lunes, 30 de abril de 2012

CASA DE CITAS (II)




z Foto realizada por J. J. García Rodríguez




Manchester, 1, 11, 1964




Esta noche ha entrado en mi cuarto una chica de buena familia. Cabellos lacios, mirada narcótica, minifalda blanca, braguitas mínimas y perfumadas. Una pija integral, como a mí me gustan las nenas. Al principio he creído hallarme con ella en el cielo, sorbiendo todo el deseo que la chica sentía hacia mí, notando todo su poder en mí y eyaculando en sus entrañas como si me corriera en la Vía Láctea, pero de pronto un viento solar ha soplado en mi cabeza y me han venido recuerdos de la adolescencia. Yo iba caminado por el césped hacia el colegio y oía que decían tras de mí: Ahí viene el subnormal de Brian, ahí viene el gafotas de Brian, ahí viene el deprimente Brian…Ella misma, la chica que ahora me sonreía y apretaba más sus braguitas mientras elevaba el monte de Venus como una niña de Balthus, ella misma podía haber sido uno de aquellos o aquellas que recitaban tan siniestras letanías cuando me veían pasar con mis gafas de cegato y mi cartera de cuero. Ella misma podía haber sido una o uno de aquellos viles, pensé, y empecé a mirarla de otra manera.
-¿Qué te pasa? –preguntó, algo asustada.

-¡Sal inmediatamente de mi cama! –grité fuera de mí-.

¡Sois todos unos miserables!

Al fin solo he estado leyendo a Novalis. Qué descanso su noche llena de voces húmedas. Qué descanso su dulzura.





Jesús Ferrero, El Hijo de Brian Jones



lunes, 23 de abril de 2012

CASA DE CITAS

Bailarina en forma de calavera, Salvador Dalí




Si no estuviera tan seguro de que no suelen abrir más libro que el de Familia y de que los restantes volúmenes que adornan sus fastuosos hogares, con suerte, serán utilizados cual cuña calzadora de algún clásico y rancio mueble, mientras sus intelectos circulan impúdicamente cojos, pensaría que más de uno ha hecho del siguiente su imprescindible título de cabecera:



El príncipe, por lo tanto, ni puede ni debe cumplir la palabra dada si eso le perjudica y si desaparecieron los motivos de su promesa. Si todos los hombres fueran honestos, este principio no sería válido, pero como son perversos y no mantienen lo que prometen, tampoco uno debe mantenerlo. Ni faltaron nunca al príncipe razones suficientes para justificar su inobservancia. Sobre esto podrían traerse infinidad de ejemplos modernos y mostrar cuántas paces, cuántas promesas han quedado sin efecto y se han vanificado por la infidelidad de los príncipes: y quien mejor supo imitar a la zorra ha obtenido más ganancia. Y ante todo es necesario saber disfrazar bien el propio carácter y ser gran disimulador. Son tan simples los hombres y tan sumisos a la necesidad de cada momento, que quien engaña encuentra siempre alguien que se deja engañar.



El Príncipe, Nicolás Maquiavelo






lunes, 16 de abril de 2012

ZAMORA













En algún rincón de este mundo
alguien te aguarda para amarte
o asesinarte.

lunes, 9 de abril de 2012

CONSUELO MITOLÓGICO I



A Sísifo no le pesaría la carga si le esperaran al llegar a casa.


De Menos Tú (El Gaviero Ediciones)