Javier Corcobado, Sala Malevaje-Almería, Febrero 2004
Muchos de esos usos instrumentales Hendrix los había recogido de una larga labor de aprendizaje tocando desde muy joven en bandas acompañantes, mirando a los viejos maestros del blues, observando con atención sus trucos y deduciendo cuáles estaban olvidados pero podían ser útiles para volverlos a poner en circulación. Hendrix, consciente de su capacidad, sabía que tenía que buscar una forma musical más avanzada si no quería quedarse en acompañante de lujo. Empezó a actuar en solitario fuera de su horario de trabajo, practicando ese estilo. En 1966 conoce en el club Cheetah de Nueva York a Linda Keith, novia por aquel entonces de Keith Richards (de nuevo el guitarrista de los Stones), quien le anima a cantar aparte de prestarle una guitarra. En el club Wah! De Nueva York llevan a verlo a Eric Burdon y Chas Chandler (de The Animals) quienes reconocen que no habían visto técnica comparable en Inglaterra y le convencen de que viaje a las islas donde su talento será más apreciado. Jimmy no tenía nada que perder. A pesar de la reivindicación de la música negra que había supuesto el primer rock’n’roll, la música en sus barrios se había convertido en algo muy inmovilista. Cuando Hendrix ya empezaba a acumular fama en Gran Bretaña, todavía era recibido en los barrios de Nueva York como un segunda clase. Les parecía poco bailable, poco soul, una especie de traidor vendido a la electricidad de los blancos.
No sucedió lo mismo en Inglaterra, donde debutó en el club Scoth of James y deja boquiabiertas hasta a las mejores figuras. Una semana después de llegar, los Cream de Eric Clapton le invitan a subir al escenario con ellos para hacer una versión de blues acelerado. Jimmy hace una exhibición de lo mejor de sus capacidades y Clapton se queda tan acomplejado que busca una excusa para abandonar momentáneamente el escenario. Pocas semanas después vuelva a aparecer como humilde alumno e incluso copiando el peinado rizado de Jimmy. La suerte de la música progresiva y la psicodelia está echada.
Sabino Méndez, Limusinas y estrellas, medio siglo de rock 1954-2004
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