Hace apenas dos meses se reeditaba Nevermind de Nirvana. Como excusa recaudatoria, el vigésimo aniversario de su edición primigenia. Rarezas, inéditos, directos, caras-b (y algo de morro): la mezcla perfecta para esquivar las garras de la piratería y sacarles de nuevo la pasta a millones de fans dispuestos a pasar por el aro. Y como no hay realumbramiento que por bien no venga, este me sirve a su vez como excusa para recuperar el articulito que le dediqué hace unos años en la extinta publicación Vivir Almería, dentro de una sección titulada Clásicos imprescindibles.
CLÁSICO IMPRESCINDIBLE
'Nevermind' (1991) Nirvana
La primera idea que acude a mi cabeza cuando me planteo escribir sobre este disco es inevitable: en nuestro país resulta muy difícil aceptar como clásico un grupo próximo en el tiempo, por la simple razón de que el éxito, entre contemporáneos, venga de donde venga, no se perdona.
En este caso el éxito procedía del más allá, concretamente del estado de Washington. Apenas iniciada la década de los noventa una, hasta entonces, desconocida banda de Aberdeen curtida en la escena indie de Seattle sorprende al mundo con un trabajo oscuro, magnético y rotundo. Un trabajo doblemente meritorio por considerarse además pionero dentro de la histórica evolución reciente del rock and roll, ya que dio paso a un subgénero -el grunge- de vida efímera pero de huella perdurable, que crecería con la banda y con ella moriría a pesar del inabarcable número de grupos que en los años venideros intentaran seguir la senda abierta.
'Nevermind' constituía el segundo álbum de un trío compuesto por Kurt Cobain, guitarras y voz, David Grohl, batería y Chris Novoselic, bajo; y el primero editado en una gran discográfica: DGC Records.
Todo comenzó con 'Smells like teen spirit', canción que abre el disco y primer y brutal single que correría como la pólvora a través de las ondas radioeléctricas de todo el planeta, algo que a buen seguro hubiera dejado atónito al mismísimo Marconi. Guitarras y batería tronantes para un tema con repetidas inflexiones sonoras que invitan al inevitable movimiento compulsivo del oyente.
Pistoletazo de salida para una gloriosa colección de hits compuesta, casi en exclusividad, por un inspirado/atormentado Cobain: ‘In Bloom’, ‘Come as you are’,’Breed’, ‘Lithium’, ‘Stay away’... Todos los temas unidos por la vigorosa presencia de textos y guitarras con altas dosis de escepticismo y actitud punk.
La portada llamaba la atención por la imagen de un bebé desnudo nadando detrás de un billete de dólar clavado en un anzuelo. Portada que a punto estuvo de ser censurada por la estúpida moral de la compañía discográfica ya que el susodicho bebé mostraba su incipiente pene. Finalmente se impuso la cordura y se editó tal cual la conocemos tras amenazar Kurt con la acusación de pedofilia por ver provocación donde no existía.
Como curiosidad añadida, en alguna de las ediciones podemos encontrar un escondido ‘bonus-track’ ruidoso y adrenalítico titulado ‘Endless, nameless’ con el que daban por finalizadas algunas de sus actuaciones mientras violentamente hacían lo propio con la vida útil de sus respectivos instrumentos.
A partir de aquí, lo archiconocido: tres años de imparable triunfo que no evitaron –más bien propiciaron- el hastío, la depresión y las adicciones del cantante; hasta que el viernes 7 de abril de 1994 un electricista hallara el cadáver suicida del otrora músico eléctrico en su casa de Seattle con una bala en la cabeza y 27 años tirados por tierra.
Kurt Donald Cobain: zurdo como Jimi Hendrix, Albert King o Diamanda Cult. Casi nada...
Moría el músico y nacía la leyenda, a la par que el protagonismo coñazo de su inefable mujer, Courtney Love.
“Load up on gun and bring your friends / It’s fun to lose and to pretend. / She is over bored and self assured. / Hello, hello, hello, how low?”
O como lo diría Cervantes: “Carga las pistolas y trae a tus amigos / es divertido perder y pretender. / Ella está demasiado aburrida y segura. / Hola, hola, hola, ¿estás deprimido?”
Diamada Cult
(Publicado en 'Vivir Almería', Diario Ideal. Febrero 2009)
Cuando Cobain murió, yo andaba inmerso en esa jodida época que llaman adolescencia; el instituto, las chicas, los libros y la música que marcarían mi rumbo. Para un chaval como yo, aquello fue un shock. Escuchábamos Nirvana en casa, en el autobús de camino al instituto... a cualquier hora. Fue como si alguien conocido hubiese desaparecido. A partir de ese hecho abandoné el cultivo de la música grounge. Dejé de escuchar a Stone Roses, a Pearl Jam y me pasé al castellano. Era la época de "El sitio de mi recreo" de Antonio Vega, de "Échate un cantecito" de Kiko Veneno y algunas joyas más del rock patrio. En fin, que me enrollo. Lo que gusta recordar los años mozos. Un saludo.
ResponderEliminarAdolescencia turbulenta como las canciones de Kurt Cobain.
ResponderEliminarCuando Kurt Cobain murió yo era periodista en ejercicio y bien pagado, tenía una novia veinteañera -yo ya era cuarentón- que iba de grunge (pero limpita) y en general aquellos fueron unos buenos años, qué tiempos. Los de Nirvana me hacían mucha gracia, como todos los que se tomaban en serio lo que hacían. Qué tiempos...
ResponderEliminarLamento, Germán, que desapareciese una publicación en la que se podían publicar artículos como el tuyo.
JL
José Luis, periodista y bien pagado, para adolescentes como nosotros a dos velas lo tuyo era competencia desleal, coño. Ahora lo entiendo todo...
ResponderEliminarAbrazos