Sí, vaya que sí... Hay dos greguerías de Ramón que siempre me vienen a la cabeza, aunque todas son mucho más de lo que parecen. Un libro de cabecera, sus greguerías. Un disfrute que me acompaña desde la adolescencia. Esas dos greguerías de Ramón: "Los chinos comen tocando el tambor" y "La música negra no es música de baile sino música que baila". Bueno, y me acaba de venir una más: "Al quitar las plumas a la gallina vemos que lleva bragas de punto". Y otra: "Bidé: lira de agua". Abrazos, JL
Magníficas greguerías. La de los chinos tocando el tambor es sublime. También me parecía un novelista muy divetido e incisivo. Sigo disfrutando mucho con 'El caballero del hongo gris'. Un abrazo, querido José Luis.
Sí, es verdad. A mí, particularmente, su novela que más me sigue gustando es "El torero Caracho", pero todas son realmente buenas e interesantes e instructivas, a buen seguro por la razón fundamental de que no hayan sido tomadas en serio como novelas, ni a Ramón como novelista, por aquellos decimononistas noveleros tan habituales por aquí. Y como ensayista era de una hondura y de una originalidad alucinantes (en el sentido más ingenuo y menos médico del término). JL
Sí, vaya que sí... Hay dos greguerías de Ramón que siempre me vienen a la cabeza, aunque todas son mucho más de lo que parecen. Un libro de cabecera, sus greguerías. Un disfrute que me acompaña desde la adolescencia.
ResponderEliminarEsas dos greguerías de Ramón:
"Los chinos comen tocando el tambor" y "La música negra no es música de baile sino música que baila".
Bueno, y me acaba de venir una más:
"Al quitar las plumas a la gallina vemos que lleva bragas de punto".
Y otra: "Bidé: lira de agua".
Abrazos,
JL
Magníficas greguerías. La de los chinos tocando el tambor es sublime.
ResponderEliminarTambién me parecía un novelista muy divetido e incisivo. Sigo disfrutando mucho con 'El caballero del hongo gris'.
Un abrazo, querido José Luis.
Sí, es verdad. A mí, particularmente, su novela que más me sigue gustando es "El torero Caracho", pero todas son realmente buenas e interesantes e instructivas, a buen seguro por la razón fundamental de que no hayan sido tomadas en serio como novelas, ni a Ramón como novelista, por aquellos decimononistas noveleros tan habituales por aquí. Y como ensayista era de una hondura y de una originalidad alucinantes (en el sentido más ingenuo y menos médico del término).
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