Entre la maleza de la palabra desbrozo briznas de orgullo para que brote la resignación. Entre la maleza de la palabra siempre asoman los endémicos cuernos de un idiota. Un idiota que desanda el cortafuegos de seguridad administrativa hacia salas tomadas por poetas entusiastas blandiendo el sagaz machete de la ampulosidad. Entre la maleza de la palabra siempre hay quien está dispuesto a rebuscar su porción local de éxito de mierda. Entre esa misma maleza hoy sigo esperando. Esperando a que alguien, con un poco de fortuna, prenda la chispa de la indiferencia que todo lo arrasa, confiando en el secano el terreno de juego donde propiciar mis desintoxicantes partidos de fútbol sin más historias, ni literatos ni culturetas.
Sueño con lápices que se clavan en mis ojos. Máquinas de escribir que teclea la corriente. Gatos desollados secándose a luz de la mañana. Sueño con mi muerte en día festivo. Apuntalan mi casa y observan impasibles cómo se desploma mi cuerpo. Besos acusadores. Abrazos envenenados. Sueño con incorregibles versos devastándose en incendios interiores. Diaforesis de clérigo corriendo tras de mí. Desertores que mueren atropellados. Desdentados vampiros suplicándome una paja. Sueño con críticos y su guadaña. Punkies con mptres Verdugos de última generación. Sueño con Bukowski abstemio y Bush completamente borracho. Plaga de langostas en la marisquería calle abajo de tus bragas. Físicos con manguitos. Sauces sonrientes. Sueño con luces de bohemia de bajo consumo. Poetas amenos. Navidad el resto del año. Ajusticiado por un delito menor en la plaza mayor del pueblo. Sueño con escapar. Con buzones donde no me encuentro. Lápidas que llevan mi nombre. Todavía sueño.