lunes, 23 de abril de 2012

CASA DE CITAS

Bailarina en forma de calavera, Salvador Dalí




Si no estuviera tan seguro de que no suelen abrir más libro que el de Familia y de que los restantes volúmenes que adornan sus fastuosos hogares, con suerte, serán utilizados cual cuña calzadora de algún clásico y rancio mueble, mientras sus intelectos circulan impúdicamente cojos, pensaría que más de uno ha hecho del siguiente su imprescindible título de cabecera:



El príncipe, por lo tanto, ni puede ni debe cumplir la palabra dada si eso le perjudica y si desaparecieron los motivos de su promesa. Si todos los hombres fueran honestos, este principio no sería válido, pero como son perversos y no mantienen lo que prometen, tampoco uno debe mantenerlo. Ni faltaron nunca al príncipe razones suficientes para justificar su inobservancia. Sobre esto podrían traerse infinidad de ejemplos modernos y mostrar cuántas paces, cuántas promesas han quedado sin efecto y se han vanificado por la infidelidad de los príncipes: y quien mejor supo imitar a la zorra ha obtenido más ganancia. Y ante todo es necesario saber disfrazar bien el propio carácter y ser gran disimulador. Son tan simples los hombres y tan sumisos a la necesidad de cada momento, que quien engaña encuentra siempre alguien que se deja engañar.



El Príncipe, Nicolás Maquiavelo






2 comentarios:

  1. La mentira es inherente a nuestra condición humana. Mentimos, nos dejamos mentir y lo que es más difícil de ver y/o aceptar o saber, nos mentimos a nosotros mismos, nos la metemos doblada mientras silbamos una melodía de Gary Moore y miramos para otro lado.

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