martes, 14 de julio de 2009

APOSTANDO POR LA LITERATURA

CLÁSICO IMPRESCINDIBLE



'El jugador' (1865) Fiódor Dostoyevsky


“Se me antoja que estos crupieres, siempre tan finos y tan empeñados en no parecer sino empleados ordinarios a quienes les da igual que la banca gane o pierda, no son en realidad indiferentes a que la banca pierda, y por supuesto reciben instrucciones para atraer jugadores y aumentar los beneficios oficiales; a este fin reciben sin duda premios y gratificaciones”. Un Dostoyevski acuciado por las deudas de juego dictaba a su secretaria, y posterior esposa, el presente clásico en tan sólo veintiséis días, mientras preparaba su celebérrima ‘Crimen y castigo’. Nada mejor para afrontar la búsqueda de solvencia que escribir sobre las propias experiencias vividas en su nutrida afición a los casinos. ‘El jugador’ es una historia de amor; amor al juego, pero también amor carnal. Ambos, no correspondidos, se precipitan de forma paralela e inevitable hacia un mismo destino fatalista, con la decadencia de la sociedad rusa como marco fijador de las azarosas fotografías vitales de los personajes: “Dice que nosotros los rusos no podemos hacer nada sin los europeos y que no somos capaces de nada...”. El mito de Sísifo, empujando su piedra en un constante comienzo, está muy presente en la historia; aunque en este caso a través de un castigo –discutiblemente- voluntario del que nadie estará salvo. En el azar, como en las relaciones afectivas, el acierto tendrá una importancia efímera, lo primordial es dejarse seducir por las tentaciones una y otra vez en una placentera y frenética persecución de la nada como fin, a través de las accidentadas y perezosas geografías vasculares de plasma eslavo-oriental: “Ahora bien, el ruso no sólo es incapaz de adquirir capital, sino que lo derrocha sin sentido, indecorosamente. Lo que no quita que el dinero también nos sea necesario a los rusos –añadí-; por consiguiente nos atraen y cautivan aquellos métodos, como, por ejemplo, la ruleta, con los cuales puede uno enriquecerse de repente, en dos horas, sin esfuerzo. Esto es para nosotros una gran tentación; y como jugamos sin sentido, sin esfuerzo, pues perdemos”. El gran maestro de la novela psicológica despliega las técnicas de profundización propias del género a través de los constantes monólogos del protagonista-narrador en la exteriorización de conflictos íntimos y la correspondiente reflexión conductiva. Técnicas que depuraría y llevaría al extremo, con enorme éxito, en la mencionada ‘Crimen y castigo’. En ‘El jugador’ la centrífuga bola existencial rondará los casilleros: deseo, rechazo, perseverancia, conquista, obsesión, mezquindad, audacia para acabar sucumbiendo bajo la asidua y sonora sentencia de: “La banca gana”. Así en el juego como en la vida… mis queridos crisisufrientes.

Diamada Cult
(Publicado en 'Vivir Almería', Diario Ideal. Marzo 2009)



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