En la oscuridad de mi mañana
pasada de vueltas,
busco a tientas mis brazos
para colocarme
en el lado preciso
del corazón. Mi camino hacia
la felicidad ya no es
verde,
ahora resulta que el camino
hacia la felicidad
se encuentra custodiado
por relaciones
conyugales de crecimiento sostenible.
Sus fachadas lucen un sospechoso
color mierda
por las que trepan
cientos de miles de papanoeles
casi tan horteras
como sus moradores.
Pero, ya está...
Se acabó...
Prometo dejar de flagelarme cada noche
en mi celda,
sustituir mi fusta por abrazos minutados
de felicitaciones navideñas
y devorar con la mirada
a todos aquellos
que hablan
sin mirar a los ojos,
que dejan su garra extendida
casi tan suelta
como sus esfínteres
cuando no encuentran
otra salida que enfrentarse
a la indigesta verdad.
Ya
está...
Brindaremos
con nuestras copas repletas
hasta
los bordes de arcadas de segundo sueño
y compartiremos las uvas,
esa blasfemia sin pisar.
Doce uvas que significarán
doce benditas oportunidades
para acabar globalmente
atragantados.
¡BIEN, COÑO, BIEN!
ResponderEliminar.
.
.
¡Ése es mi amigo!
(Joder, me he entusiasmao, qué alegría...)
Éste me apetece un montón oírtelo en directo.
Dejan su garra extendida casi tan suelta como sus esfínteres o su barriga misma, y pierden el culo por salir en la foto, o en la entrevista. Frikis del jueves por la tarde de la cultura; se masturban tirando hacia arriba de la cuerda de la cámara fotográfica; que no se soltaban ni durante el almuerzo, el michelín colgando por debajo de la camiseta.
Peinados como espantapájaros, se entretienen como hombres de paja. Etc. Etc.
¡Con los años vas tomando una cierta pose Pepe Risi en lo que respecta a las botellas navideñas!
ResponderEliminarYa casi lo tienes, no dudes más, ¡nadie te vió!
Pues sí. Existe un sádico placer escondido en la práctica de la fimosis a una buena y enhiesta botella de espumoso. Prepararla para la introducción en el coño, siempre anhelante, de entre pecho y espalda.
ResponderEliminar